Mi vida ha sido tocada de una forma muy especial por la música en todos sus aspectos, trayéndome a través de los años, muchas satisfacciones a nivel personal y familiar. Solo por mencionar un ejemplo de ello, tengo una hija de trece (13) años, que pertenece a la Orquesta Sinfónica Infantil Metropolitana de Chile, quien toca el violín y realiza presentaciones culturales por todo el país, con proyecciones para realizar viajes por Europa y el mundo, interpretando a compositores clásicos universales como Vivaldi, Tchaikovsky, Brahms etc. Un hijo de seis (6) años que sigue ese mismo camino pero a través del violoncello. Y aunque debo agradecer los altos grados de satisfacción que me ha traído tanto a nivel familiar, personal, espiritual y además de financieros; no puedo desestimar el propósito ulterior al que se debe enfocar, al usarla como un medio de desarrollo mental y atencional; como herramienta pedagógica con alcances sociales y afectivos importantes.
La música más que convertirse en una profesión, oficio, estilo o proyecto de vida de impacto a nivel personal, es una potente herramienta de transformación para las futuras generaciones, que a través de la pedagogía, la enseñanza y con la conciencia de usarla, [no sólo como un fín en sí misma], sino como un medio potenciador de la integralidad humana, promueve y fomenta el desarrollo de nuestras capacidades cerebrales, atencionales y mentales a niveles óptimos de deseable alcance.
Cabe agregar, que la música, al estar facultada por naturaleza con la emoción intrínseca que despierta en los seres humanos, puede ser empleada para generar lazos de de cohesión social inigualables además del propósito antes mencionado. Una hermosa simbiosis entre mente, alma y cuerpo.
Mi relación con la música empezó con la estimulación temprana que mi padre realizaba de forma inconsciente, puesto que al tocar guitarra y cantar en casa, marcó una especial predisposición e inquietud hacia la música y el arte. Pero fue en el colegio donde se me dio la oportunidad de acercarme a un instrumento musical de forma más directa. En esa experiencia en el colegio aprendí a relacionarme con la música de una forma muy especial, era mágico como salían sonidos con sentido y de particular belleza.
Luego con el tiempo, en el ámbito educativo cultural y de la guía de los docentes de música, participé en diversas presentaciones musicales, tanto en el colegio, como por fuera de la institución, donde mi amor por la música y la cultura se fue arraigando cada vez más. Aprendí que la música era una forma muy beneficiosa de aprovechar mi tiempo libre, alejándome de factores nocivos que afectaban a amigos y contemporáneos, como el alcohol, adicciones, entre otros.
Por diversos factores familiares y por el trabajo de mi padre, tuve que salir de ciudad en ciudad en Colombia, pasando mi primaria y secundaria por nueve colegios distintos, junto a mis dos (2) hermanos; quienes también fueron instruidos en el mundo musical desde temprana edad.
Pese a estar afectados por los cambios de colegio, empezar las jornadas académicas después de iniciados hasta dos o tres meses el año escolar y demás factores asociados a los cambios de ciudad, empezamos a notar, que junto con mis hermanos éramos premiados y condecorados al final del año, por ocupar los primeros puestos y por la excelencia académica desarrollada a través del año escolar. Algo que se repetía año a año en diferentes colegios generando en nosotros una inquietud especial.
Cuando hice un temprano análisis del porqué teníamos este buen desempeño académico, no lo asociábamos a algo genético o algún factor de otra índole, sino que se generaba una respuesta intuitiva: [al parecer], “tocar instrumentos de música, mejoraba ostensiblemente nuestra capacidad de concentración, atención, memoria y razonamiento abstracto, lo cual se constituía en una especie de gimnasia cerebral, llevando como consecuencia los resultados obtenidos a nivel académico”. en muchos casos nuestros compañeros en ocupar los primeros puestos académicos, de forma coincidente también tocaban instrumentos musicales.
Fue con la conciencia de que el futuro de un país y del mundo en general se encuentra en la Educación, decidí estudiar música, en parte al querer replicar mi experiencia en el quehacer educativo, tratando de aportar con los factores que generaron en mí y en mis hermanos resultados académicamente significativos, a través de la música, como un medio efectivo de desarrollo a nivel atencional y mental.
Me titulé como licenciado en música de la universidad del Valle (2010) y aunque me he desempeñado como productor musical, también he participado durante varios años en la pedagogía musical; campo al que que deseo consagrar mi vida, pues tengo la convicción de que además de ser un campo más del conocimiento humano, tiene junto con el arte y el deporte la capacidad de estimular, dinamizar y promover el desarrollo del ser humano en su máxima expresión.
Como profesor de música de un colegio insigne de la ciudad de Cali, pude confirmar mis observaciones y sospechas al respecto. Los niños que ejecutaban instrumentos musicales, o tenían disciplinas como el deporte y el arte, además de notarse felices, sociables y orgullosos por el pleno desarrollo de sus facultades y habilidades tenían particularmente buenos desempeños educativos.
Se han hecho varios adelantos e investigaciones en cuanto este tema confirmando que el razonamiento basado en el lenguaje, la memoria a corto y mediano plazo y la planificación, son algunas de las habilidades cognitivas que aumentan cuando los niños reciben clases de música. Esto conduce a un mejor rendimiento académico como lo menciona artículo publicado en ‘Frontiers in Neuroscience’ en febrero de este año y liderado por Artur Jaschke, de la Universidad Libre de Ámsterdam.
Se ha comprobado que en el cerebro de las personas que interpretan instrumentos musicales ocurre una mayor integración cerebral, una mayor red de conexiones sinápticas, sus hemisferios presentan con mayor inervación en en el cuerpo calloso y otras observaciones que aún se encuentran en investigación. Se cree que está asociado al trabajo de motricidad fina, rítmica y de gran complejidad que se realiza en ambas manos al ejecutar instrumentos musicales.
Por mencionar otro documento sobre estas investigaciones, el Phd. Arthur J. Reynolds, del Instituto de Desarrollo Infantil de la Universidad de Minnesota, sostiene que: “las personas de 25 años que participaron en programas de estimulación musical durante la educación temprana reciben mayores ingresos cuando son adultas, presentan nivel alto en su preparación académica y mayor estatus socioeconómico que aquellas que no recibieron este estímulo durante la enseñanza preescolar y enseñanza primaria.”
La educación del futuro debe convertirse en algo más que la transmisión de información, algo que el internet y otros medios de la era digital, claramente lo realizan hoy en día de forma más efectiva, amplia y directa. Por lo que la educación debe perfilarse más bien en potenciar y desarrollar todas las capacidades y habilidades humanas en el desarrollo del Ser.
Es aquí donde las áreas del conocimiento como la música, el arte y el deporte tienen la misión de proporcionar herramientas que potencialicen, impulsen y promuevan el desarrollo de un ser integral capaz de hacer frente a un mundo cada vez más globalizado, que con un incremento exponencial del conocimiento pero con cada vez menos recursos naturales, nos obliga a tener diversos cambios de paradigmas y en especial en el campo educativo como principal factor de cambio. El mundo requiere un nuevo ser humano, más consciente, afectivo, social y de un conocimiento amplio pero contextualizado (Llinás 2014), para afrontar los nuevos retos a los que nos acercamos en este nuevo milenio.
Escrito por:
Lic. Edwin Jhaibert Valencia
Universidad del Valle