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La competencia léxica y su autorregulación en el estudiante de L2

La competencia léxica

La competencia léxica se puede definir como el conjunto de estrategias y procedimientos que poseen los hablantes para usar de forma eficiente y eficaz el inventario de vocablos de una lengua y sus significados tanto en las habilidades receptivas como productivas. Esta habilidad está íntimamente relacionada con la competencia lingüística y comunicativa, y se adquiere naturalmente desde edades tempranas:

Competencia léxica

Competencia lingüística

Competencia comunicativa

El hablante usa recursos lingüísticos innatos para ejercer su competencia léxica en los niveles fonológico, morfológico, sintáctico y semántico.

Le proporciona los mecanismos para hacer referencia de lo que existe.

La competencia léxica ubica a la palabra como la unidad más pequeña del discurso en el acto comunicativo.

Estas unidades están acompañadas en el propio discurso por elementos pragmáticos de naturaleza no lingüística como el lenguaje corporal.


Para comprender qué es la competencia léxica es primordial definir qué significa saber una palabra, lo que incluye seis tipos de conocimiento que se adquieren de manera gradual a lo largo de la vida:

· Pronunciación y ortografía: Conocer, reconocer y poder reproducir la palabra fonética y fonológicamente. Más tarde tener la capacidad de asociar las grafías o letras con la forma oral, descifrarla y escribirla.

· Morfológica: Conocer y operar las diferentes formas que la palabra pueda presentar en esa lengua, determinar su composición y relaciones de semejanza posibles.

· Sintáctico: Usar las palabras en una sucesión correcta en la oración,

· Semántico: Distinguir el significado de la palabra, sus usos denotativos y connotativos así como sus restricciones.

· Pragmático: Poder usar la palabra dentro de un discurso con una intención dada.

· Sociolingüístico: Distinguir el registro, la variedad dialectal y la adecuación comunicativa.

En resumen conocer una palabra es:

Conocimiento de la forma (forma hablada, forma escrita y partes de palabras).

Conocimiento del significado (concepto, referentes y asociaciones).

Conocimiento del uso (funciones gramaticales, colocaciones y restricciones de uso).

¿Cómo proveer o mejorar la competencia léxica?

A diferencia de los contextos o entornos comunicativos naturales en los que se desarrolla la competencia léxica, el aula de la clase de lenguas ofrece un ambiente controlado cuyo fin es el enriquecimiento y la mejora de ésta competencia. Para ello el enfoque didáctico propone una serie de directrices:

· Centrar los objetivos léxicos de la lengua en actividades comunicativas representativas para el alumno o que respondan a una necesidad puntual

· Aprovechar los ventajas que el método de inmersión proporciona en la práctica del vocablos, por ejemplo para la activación de vocabulario pasivo, invitando al alumno a evocar y rescatar información léxica.

· Aprovechar las necesidades e inquietudes de los alumnos en un determinado grupo léxico, ya sea porque esta necesidad se origina en el entorno inmediato o en una temática particular.

· Otorgar a los alumnos estrategias de aprendizaje que les hagan sentir seguros en la recuperación y uso de vocabulario.

· Presentar el diccionario como una herramienta que permite lograr precisión pero con la salvedad de no provocar en el alumno una adicción a él.

· Uso de actividades lúdicas como formar de acercamiento, ejercicio y consolidación del léxico. Además los juegos agregan elementos culturales inherentes a la lengua.


Los recursos didácticos que se proponen a partir de este enfoque responden de forma puntual a cada uno de sus componentes: ubican al estudiante como objetivo principal de la actividad educativa, se centran en la comunicación y el contexto para generar conocimientos significativos y toman en cuenta la naturaleza multifactorial de la competencia léxica. En mi práctica como docente suelo utilizar en cada clase un mosaico formado por mínimo tres recursos didactas mencionados en el texto: las imágenes, la búsqueda de relaciones semánticas y el uso de esquemas y organigramas resultan siempre una herramienta de primer uso para establecer la relación entre palabra y significado. El análisis de la morfolexicología y la búsqueda de derivados son especialmente efectivos cuando se busca expandir el vocabulario o recuperarlo. Finalmente los ejercicios tipo Cloze, los juegos lingüísticos y las actividades de diccionario permiten fijar el léxico.